Todo empezó con una idea, una foto en la cabeza, perfectamente visualizada, imaginada, estudiada y calculada. Una foto que requería esfuerzo físico y sacrificio, una obsesión.

Las salidas y puestas de sol varían mucho entre verano e invierno. En verano la salidas y puestas del son lentas, humedas, con cielos muy despejados y una intensidad del sol muy fuerte; por el contrario en invierno el sol se mueve más rápido, con una luz algo mas tenue, con ambientes más "secos" por el frío invernal. Es por esto que la incidencia de la luz sobre el sujeto varia mucho. En invierno además se suman otros factores como el frío y como afecta este a los instrumentos y las personas, el clima cambiante, el terreno humedo o con nieve.
Por supuesto la foto que quería hacer era en invierno, al amanecer, con frío para que no haya humedad, con alguna nube que rellene el encuadre y con nieve que refleje la luz, es decir todo un reto. ¿el objetivo? el mismo lugar que lleva el nombre de esta web, El risco de los Claveles con la Laguna de los Pájaros como primer plano.
Cualquiera que conozca la sierra de Madrid sabe que esta laguna se encuentra en el macizo de Peñalara a 4,5km del parking más cercano. En condiciones ideales una distancia con la mochila al hombro debería llevar alrededor de una hora o 90 minutos a buen ritmo, pero en invierno y de noche la situación es bien diferente. El terreno está cubierto parcial o totalmente por nieve y hielo por lo que hace falta equipo especial de inviernos, es decir peso añadido.  Debemos tener en cuenta que andar por nieve y hielo es lento y se debe hacer con cuidado y seguridad; el objetivo principal el volver a casa, no lo olvidemos.
Las primera salida fue una tentativa, una exploración para conocer el terreno en época invernal y aprovechar para hacer todas las fotos posibles. Era la primera nevada de la temporaday había que aprovechar. Sobra decir que el amancer ocurrió bastante antes de alcanzar el objetivo final, pero no pasa nada. También sirvió para saber cuánto se tarda en llegar a la laguna y calcular tiempos para futuras ocasiones.

La siguiente vez quede muy cerca de llegar, apenas me faltaron 15 minutos de reloj y lo habría conseguido. Un gran esfuerzo que al menos se saldó con una fotografía de las Lagunillas antes del amanecer. El color morado tiñe la nieve minutos antes de que salga el sol, la cámara es capaz de captar la escena que con el ojo humano podría incluso pasar desapercibida.
Como no hay dos sin tres, volví a la carga, está vez fueron agentes externos a la montaña los que impidieron llegar a tiempo. Parece que el destino no quiere que haga la foto. Al menos hice todo el recorrido de nuevo para seguir conociendo el terreno y entrenar.
A la cuarta, la cosa pintaba bien, con el cielo despejado y tiempo de sobra. El camino ya es conocido de sobra, los tiempos van medidos y es que, a pesar de llevar crampones la mitad del camino el caminar se hace rápido. En al última etapa puedo incluso relajarme un poco (mal hecho). Alcanzo el objetivo antes del amanecer y decido hacer una fotografía previa desde el otro lado de la Laguna de Los Pájaros. Me tomo mi tiempo y tomo la fotografía que aparece más abajo.
Ahora toca recoger rápido y correr porque el sol está apunto de salir y es que, a pesar de haber llegado con tiempo y estar en el lugar no estoy en la posición correcta. Veo que el sol asoma y que la montaña se ha teñido de rosa. Coloco el tripode, la cámara encima y, sin apenas encuadrar disparo. Disparo, disparo y disparo con la esperanza de haber capturado el momento. La emoción de haberlo conseguido me inunda y disfruto del momento tan soñado.
El resultado es este:
De verdad parece mentirar que la montaña pueda coger este color, un momento, eso es lo que dura esta luz.

Sin embargo, no estoy del todo contento, el hecho de haber perdido tiempo, no tener la foto bien encuadrada y que no hubiera nubes sobre la montaña que pudieran completar la escena hizo que en mi cabeza se volviera obligatorio repetir la foto, así que, a por la quinta.
Esta vez el que falló fue el clima, el pronostico decía cielos despejados al amanecer, claro que la montaña no entiende de pronosticos y predicciones, hace lo que le da la gana. Amanecí temprano, caminaba a buen ritmo sabiendo que estaba todavía el cielo cubierto, pero de noche ya se sabe que todo está oscuro. Según voy subiendo veo que el frontal cada vez ilumina menos y que me estoy metiendo dentro de la nube. Este día la montaña decidio que si yo quería nubes en el encuadre me iba a hartar de nubes. Conseguí llegar a la Laguna en tiempo y forma, pero con un frío y viento que no daban tregua. Decido retirarme sin haber desplegado si quiera el tripode y marcharme de allí antes de morirme de frío. Mientras estoy volviendo una preciosa escena aparece ante mis ojos, está amaneciendo y la nube donde estoy atrapado se ha teñido de rosa, un efecto increible ya que estando dentro de la nube el efecto es mayor. Coloqué el trípode en posición junto a un árbol que parecía colocado a posta para ser fotografiado.
Pero esto no puede quedar así hay que conseguirlo.
El fin de semana siguiente el pronostico parece bastante mejor, debería ser cielo despejado, frío y algo de viento, asique me lanzo a la aventura.